De Lima a Paris: una Agenda para el Cambio Climático

La XXI Conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático (COP 21) abrió sus puertas el 30 de noviembre en París. Francia se ha comprometido a acoger el mayor evento diplomático que jamás ha organizado desde la firma en París de la Declaración Universal de Derechos Humanos en 1948. Es un honor y una gran responsabilidad recibir durante dos semanas a 196 delegaciones, a centenares de cargos electos, a representantes de 2.000 organizaciones no gubernamentales y a casi 3.000 periodistas.

Francia no se limita a acoger la cumbre, también la preside. Se prepara para ello desde hace meses, dialogando con todos los Estados para conseguir que se alcance un acuerdo universal sobre el clima a la altura de los desafíos. Alcanzar acuerdos a partir de las posturas de 196 partes -195 partes más la UE- no es una tarea fácil, pero todos sabemos hasta qué punto es necesaria.

En efecto, nos enfrentamos a un desafío sin precedentes, que afecta a todos los aspectos de la vida y no conoce fronteras; un desafío que nos compromete respecto a las generaciones futuras. Para detener un cambio climático catastrófico, debemos limitar el aumento de la temperatura media mundial a 2 °C por encima de los niveles preindustriales, o incluso a 1,5 °C si es posible. También deberemos adaptarnos a las consecuencias inevitables.

Se considerará que la Conferencia del Clima de París ha sido un éxito si alcanzamos cuatro resultados: el acuerdo propiamente dicho, que permitirá fijar unas normas, un objetivo a largo plazo y disposiciones para ir aumentando el nivel de ambición con el paso del tiempo; las contribuciones nacionales, o INDC (Intended Nationally Determined Contributions), de los Estados, que cubren en la actualidad casi el 90 % de las emisiones mundiales; un paquete «financiación, tecnología, refuerzo de capacidades», que mostrará solidaridad con los países en vías de desarrollo, pero también eficacia para que se aplique rápidamente el resultado de París; por último, una Agenda de Acción, que permita destacar los numerosos compromisos voluntarios de los gobiernos locales, de las empresas, de los inversores y de las ONG, que se añaden a los de los Estados.

Cada parte interesada y cada sector económico deberá afrontar el reto en su propio nivel y encontrar su lugar en un nuevo mundo acorde con el clima. La transformación debe seguir llevándose a cabo en todas partes, sin esperar a que entre en vigor el futuro acuerdo en 2020. Es urgente reducir las emisiones de los sectores más emisores –el transporte, el sector energético, la agricultura, los bosques– y responder a los grandes problemas –el acceso al agua, la seguridad alimentaria, la prevención de los riesgos relacionados con el clima.  La presentación de la Agenda de Acción Lima-París permitirá, durante la Conferencia de París, demostrar esta dinámica.

Espero, y no tengo duda de que así será, que podamos seguir contando con nuestros socios europeos y latinoamericanos para alcanzar un resultado ambicioso en París. América Latina y el Caribe representan al día de hoy aproximadamente el 10 % de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, una cantidad que puede parecer escasa. Pero las emisiones por habitante de la región podrían acercarse a las 10 toneladas de aquí a mediados de siglo si no se hace nada. El cambio climático podría llegar a provocar para esa fecha una pérdida de PIB anual del 2 % en América Latina y el Caribe.  Por ello hay que enfrentarse al desafío con determinación.

Desde el principio hemos trabajado codo con codo con la presidencia peruana. El éxito de la COP 20 el año pasado en Lima nos sirve de inspiración. Francia y Perú, que representan dos hemisferios distintos, iluminan mutuamente sus vías para que la comunidad internacional vea el único camino que garantizará nuestro futuro común.

Con ocasión de la cumbre UE-CELAC, los días 9 y 10 del pasado mes de junio, el Presidente de la República Francesa recordó los desafíos del cambio climático.  Lo había hecho en la Cumbre de Martinica, el 8 de mayo, que reunió a los Estados del Caribe. Entonces lanzó el «Llamamiento de Fort-de-France», que de hecho fue retomado durante la cumbre UE-CARIFORUM el 11 de junio 2015.

Actuar contra el cambio climático es luchar contra la pobreza y a favor del desarrollo. Esa acción debe apoyarse en iniciativas como EUrocLima, que permite incorporar las cuestiones relacionadas con el cambio climático a las estrategias de desarrollo sostenible. Espero que, en la estela de la COP 21, se refuerce el plan de acción birregional entre Europa y América Latina en las cuestiones relacionadas con el clima.

Todos esperan que la Conferencia de París sea la culminación de veinte años de negociaciones sobre el clima. Será también y sobre todo un nuevo punto de partida. Ahora se trata de iniciar todos juntos un viaje hacia un mundo bajo en carbono y resiliente frente al cambio climático.