Según parece, la Unión Europea (UE) a principios de la tercera década del siglo XXI se encuentra en una etapa transitoria de colaboración interregional y en búsqueda de un modelo de nuevo liderazgo en la región latinoamericana en el contexto de su competencia con EE. UU. y China. La UE resulta para las naciones de América Latina y el Caribe (ALC) el portador fundamental de programas estatales por la línea Norte-Sur, orientados a dar solución a problemas globales, incluida la preservación del medio ambiente. Cabe anotar que en la problemática del desarrollo sostenible y del logro de los objetivos del desarrollo sostenible (ODS) en la UE se realizan más iniciativas que en otras partes del mundo. De esta manera, la UE se orienta a pasar a una reproducción novedosa del sistema económico mundial, basándose en los ODS, tanto dentro del bloque europeo como en la cooperación interregional por la línea Norte-Sur, en particular con ALC. A lo largo de su diálogo político y económico mantenido con ALC, la UE se atiene al modelo de interacción con la región elegido, que es orientado hacia la colaboración a largo plazo y tiene un enfoque diferencial aplicado simultáneamente a varios niveles de actuación: bilateral, subregional e interregional.  

No obstante, un factor importante en las relaciones transatlánticas es la crisis sanitaria, económica y social provocada por el coronavirus COVID-19 que hará sus correcciones en las relaciones internacionales y en la globalización. Hay que reconocer que el mundo postpandémico hará ciertas rectificaciones en las relaciones económicas mundiales, lo que se manifestaría a corto plazo ante todo en una caída acusada de los indicadores macroeconómicos a ambos lados del Atlántico. En las nuevas circunstancias, en un futuro previsible entre los principales actores pueden aparecer tendencias a renunciar a la globalización, es posible que aumente la fragmentación de la integración regional en ALC y se incremente el papel del Estado en la economía nacional.  

La pandemia provocó una recesión mundial y enconó las tendencias globales existentes, entre las que se encuentran: el carácter crítico de la crisis ecológica, creciente rivalidad geoestratégica entre China y EE. UU, el acercamiento de la cuarta revolución industrial, crisis de la globalización y el ahondamiento del déficit del multilateralismo. No obstante, la UE enfiló el 2020 con una visión clara de su desarrollo hasta 2050; se trata, en primer término, del "negocio verde" europeo. De ello resulta que los acuerdos entre la UE y América Latina no son meramente convenios de comercio libre, sino que contienen una camponente de desarrollo sostenible y parte ecológica (el acuerdo con MERCOSUR). Mediante justamente el capítulo de los acuerdos firmados dedicado al desarrollo sostenible su realización puede ser perfeccionada para efectivamente propiciar el tránsito verde, inclusivo y sostenible a las políticas comerciales nuevas y a la reproducción nueva del sistema económico global.

Los problemas estructurales de las economías de ALC y los nuevos escenarios internacionales hacen necesario que también la inversión extranjera directa (IED) y las políticas para promoverla sean parte de un proyecto más amplio que impulse un cambio estructural progresivo, es decir, un cambio que permita aumentar la productividad y lograr la inclusión social, la igualdad y una creciente sostenibilidad ambiental.

Actualmente se trata de consolidar los recursos financieros destinados a asegurar la salida de la crisis pandémica. Hacen falta unos mecanismos de cooperación financiera que permitan dar soluciones conjuntas y más eficaces a los problemas que enfrentan América Latina y la Unión Europea.

En particular, en instituciones financieras como el Banco Interamericano de Desarrollo, Banco de Desarrollo de América Latina y Banco Centroamericano de Integración Económica recae un papel fundamental en la financiación de las inversiones necesarias para la recuperación de las economías de los países ALC durante el período postpandémico. Todos los indicios apuntan a que el financiamiento de la recuperación económica y el papel de las organizaciones internacionales ocuparán un puesto central en el diálogo europeo-latinoamericano. Es preciso reconocer como un imperativo el proceso de renovación de las relaciones interregionales entre la UE y ALC, y asimismo hacer uso de las oportunidades que emergen en la geopolítica regional nueva.

La Unión Europea necesita realizar un salto cualitativo en sus relaciones con ALC e introducir al diálogo interregional las metas de la "agenda verde" comunitaria formuladas con apego a los ODS. Se presenta que tal tránsito cualitativo en la cooperación interregional conlleva para la UE la necesidad de cumplir con una serie de tareas. Es necesario facilitar la concesión de tecnologías para superar el modelo extractivo de América Latina. En el sector de energía latinoamericano, las compañías europeas pueden contribuir al cambio del entramado energético e invertir en las energías renovables. Es menester movilizar los fondos para realizar inversiones en las infraestructuras necesarias para asegurar el acceso a la seguridad energética sostenible del conjunto de la población de ALC. Un significado especial revisten los programas de ayuda oficial al desarrollo (AOD), que entre otras esferas cubren el ámbito de desarrollo sostenible. Así, de acuerdo con los ODS, el programa europeo especial EUROCLIMA+ constituye una herramienta principal de apoyo a las políticas de la defensa del medio ambiente y de la reducción de las consecuencias del cambio climático en ALC. La digitalización es otra oportunidad más de lograr un adelanto tecnológico a base de innovación y de esta forma abrir posibilidades de cooperación interregional nuevas. Tal cooperación debería prever financiación específica de proyectos conjuntos. Un campo de actividad importante es incluir los aspectos de desarrollo sostenible en los acuerdos de cooperación con México, Chile y MERCOSUR.

En perspectiva a corto plazo es posible un escenario de renovación del diálogo a nivel interregional en régimen de funcionamiento de cumbres y el pragmatismo en las relaciones de parte de ALC. En perspectiva a plazo medio es de esperar un ajuste de líneas estratégicas en las relaciones interregionales a las tendencias de desarrollo postpandémicas y prioridades en el recorrido hacia el logro de los ODS y de la Agenda 2030. Bien se puede imaginar que, en perspectiva a mediano y largo plazo, ambas regiones podrían contar con la base de acuerdos comerciales cerrados entre la UE y países latinoamericanos particulares o bloques integracionales de ALC. Es posible un tránsito hacia un planteamiento más fundamentado y pragmático en la regulación del comercio y a la hora de elaborar los acuerdos comerciales de nueva generación. Tal interacción puede coadyuvar a que se refuerce la convergencia entre los mecanismos de integración económica de la región latinoamericana misma. A su vez, los convenios comerciales en perspectiva a medio plazo se deben ajustar a las cadenas globales de valor, a los requisitos ecológicos y a los objetivos de digitalización. Lo cual serviría para desplazar los acentos desde las cuestiones tradicionales de cooperación hacia ámbitos como el clima, los servicios, el comercio electrónico y la defensa de la propiedad intelectual. En esta línea, la CEPAL estima que justamente la integración regional constituye una clave de la recuperación poscrisis.

En la UE crece el entendimiento de que los campos de actividad en la región latinoamericana donde se debilite la influencia comunitaria serán ocupados por China y otros socios. Particularmente, ALC posibilita al "curso verde" europeo desarrollar su influencia y dimensión exterior. No se puede minusvalorar la estabilidad de la UE, su capacidad de adaptarse a las condiciones de desarrollo en cambio. El nuevo orden mundial actualmente en formación induce a la dirigencia comunitaria a buscar herramientas y mecanismos nuevos para solucionar los problemas que la asociación enfrenta. Mientras tanto, es posible que se produzca una amplificación en la cooperación humanitaria entre los países europeos y latinoamericanos, especialmente en el ámbito sanitario.

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