La experiencia del unilateralismo y el proteccionismo de Estados Unidos bajo la administración de Donald Trump, la creciente dependencia de China como socio económico y competidor, los problemas con el suministro de equipos médicos durante la pandemia de COVID-19 y, más recientemente, la invasión rusa a Ucrania han reforzado la búsqueda de autonomía estratégica en la UE. Dicha autonomía estratégica implica tener la capacidad de actuar y cooperar con socios internacionales y regionales siempre que sea posible, siendo también capaz de operar de forma autónoma cuando sea necesario. De ahí que la política comercial no sólo tenga como objetivo lograr un mejor acceso de las empresas europeas a los mercados extranjeros, sino que también sea un instrumento para diversificar las fuentes de abastecimiento de Europa. América Latina desempeña un papel en este sentido.

En la primera Cumbre América Latina-Europa, celebrada en Río de Janeiro en 1999, se anunció el objetivo de desarrollar una "asociación estratégica". Desde entonces, el término ha aparecido una y otra vez en declaraciones oficiales. La próxima cumbre CELAC-UE en julio de 2023 ofrece la oportunidad de averiguar hasta qué punto persiste el interés por una asociación estratégica y cuáles son las bases de dicha asociación.

No cabe duda de que el valor estratégico de América Latina y el Caribe (ALC) ha aumentado para la Unión Europea desde la invasión rusa a Ucrania en febrero de 2022. Políticamente, los gobiernos de ALC son importantes a la hora de votar resoluciones sobre Rusia en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Económicamente, América Latina cuenta con materias primas (por ejemplo, gas natural y petróleo) que Rusia suministra a la UE. Estratégicamente, importantes materias primas de América Latina ya son importadas, como el litio. Debido a sus condiciones climáticas (sol y viento) y geográficas (amplio espacio y proximidad a puertos), se considera que ALC tiene un mayor potencial para producir y exportar hidrógeno verde a precios competitivos entre las distintas regiones del mundo. Y Europa es uno de los mayores futuros mercados para el hidrógeno verde.

El 27 de octubre de 2022, más de cuatro años después de su último encuentro, se reunieron en Buenos Aires los Ministros de Asuntos Exteriores (en su mayoría sus representantes) de 60 países de Europa y ALC. En una rueda de prensa posterior a la III Reunión de Ministros de Asuntos Exteriores CELAC-UE, Josep Borrell, Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, declaró que 2023 debe ser el año de América Latina en Europa y de Europa en América Latina.

¿Cuáles han sido los resultados más importantes de la Reunión de Ministros de Asuntos Exteriores CELAC-UE de octubre de 2022? En primer lugar, se ha reanudado el diálogo birregional con una renovación de la agenda correspondiente. En segundo lugar, se estableció un calendario de actividades para 2022 y 2023, incluyendo una cumbre CELAC-UE con los Jefes de Estado y de Gobierno a celebrarse los días 17 y 18 de julio de 2023 en Bruselas, la primera desde 2015. En tercer lugar, hubo un debate abierto, y también sobre temas (como la invasión rusa a Ucrania y las violaciones de los derechos humanos en América Latina) en los que no hubo consenso, con diferentes puntos de vista por ambas partes. En cuarto lugar, el debate no estuvo dominado ni ensombrecido por la cuestión de la participación o no de los gobiernos no democráticos de ALC, como había ocurrido en otras reuniones en el pasado reciente.

Pero esto no quita de la mesa la cuestión de cómo hacer frente a los regímenes autoritarios en América Latina. No habrá cumbre CELAC-UE que excluya a estos países. Sin embargo, la UE no debería abstenerse de criticar abiertamente las violaciones de los derechos humanos en América Latina (como también están haciendo algunos gobiernos de la región). También se pusieron de manifiesto otros posibles puntos de conflicto.

En primer lugar, aunque la CELAC, bajo el liderazgo de México y Argentina, haya superado su parálisis, el regionalismo latinoamericano sigue en crisis y se plantea la cuestión de quién habla en nombre de ALC y hasta qué punto son realmente vinculantes los acuerdos. A diferencia de la UE, la CELAC no es una organización regional sino un foro regional, con distintos grados de voluntad por parte de los Estados miembros para participar y comprometerse.

En segundo lugar, el interés europeo en importar principalmente materias primas estratégicas (como el litio) y energía (combustibles fósiles y energía verde) de América Latina puede chocar con el propio interés de esta última en la reindustrialización. En un artículo de opinión publicado en varios periódicos latinoamericanos antes de la reunión CELAC-UE de Buenos Aires, Borrell afirmaba que: "América Latina y el Caribe representan una potencia mundial en términos de biodiversidad, energías renovables, producción agrícola y materias primas estratégicas. [...] Europa tiene la capacidad tecnológica y de inversión, y también necesita alianzas con socios fiables para diversificar sus cadenas de suministro". Esto se parece mucho a la tradicional división del trabajo entre Europa y América Latina.

En tercer lugar, pueden surgir tensiones y contradicciones entre los intereses geopolíticos de Europa en América Latina y la diplomacia climática europea. Un ejemplo de ello es el Acuerdo de Asociación UE-Mercosur, donde las partes llegaron a un acuerdo de principio en junio de 2019, pero que actualmente sigue a la espera de ser firmado. En cuarto lugar, existen claras diferencias entre algunos gobiernos latinoamericanos y la UE en cuanto a la definición y protección de la democracia y los derechos humanos. A menudo se invocan valores comunes en los discursos dominicales, pero la práctica es diferente.

En quinto lugar, no existe una posición común en ALC, y entre la UE y ALC (por ejemplo, sobre las sanciones), respecto a la guerra en Ucrania. El comunicado conjunto evitó nombrar y condenar a Rusia, como esperaban los gobiernos europeos. Al menos, los gobiernos participantes pudieron reafirmar su apoyo a los objetivos y principios consagrados en la Carta de la ONU de defender la igualdad soberana de todos los Estados y respetar su integridad territorial e independencia política. Pero persisten los conflictos de intereses y las distintas valoraciones del conflicto ucraniano. Lo que desde una perspectiva latinoamericana parece una cuestión de elección -cómo posicionarse en el conflicto de Ucrania y frente a Rusia-, para Europa es una cuestión de necesidad -a saber, defenderse de una auténtica amenaza militar y de un ataque a los valores europeos fundamentales. 

Está por ver si 2023 será el año de América Latina en Europa y viceversa. Las visiones geopolíticas del mundo en Europa y América Latina han llegado a divergir. Las cumbres birregionales (y otras reuniones birregionales) entre la CELAC y la UE pueden contribuir a mejorar el entendimiento mutuo y, en ciertos casos, a una convergencia de posiciones en cuestiones internacionales clave. La próxima cumbre CELAC-UE ofrece la oportunidad de adoptar una nueva agenda de cooperación birregional.  

Si la UE quiere ganarse a América Latina como socio estratégico, también debe actuar estratégicamente. Pero Europa no puede esperar un trato preferencial de América Latina, donde la mayoría de los gobiernos quieren diferenciar y equilibrar al máximo sus relaciones exteriores. No obstante, la UE también tiene margen de maniobra. Desde una perspectiva europea, es mejor basarse en asociaciones estratégicas serias y sustantivas -si es necesario, con unos pocos socios selectos- que en grandes declaraciones conjuntas que dejan de lado los principios y no tienen consecuencias prácticas.

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