Entre 2010 y 2025, la mayoría de los países latinoamericanos celebra el bicentenario de su independencia de España y Portugal. A primera vista, las independencias latinoamericanas parecen ser una separación entre América Latina y Europa. En 1825 el imperio español en las Américas se redujo a Cuba y Puerto Rico y del portugués ya no quedaba nada. Sin embargo, las independencias a comienzos del siglo XIX no separaron las Américas de Europa. Más bien fueron un momento de una historia compartida por los dos continentes que a lo largo los acercó.

Tanto los orígenes como los eventos y resultados de las independencias formaban parte de una historia común euroamericana. Los conflictos políticos y sociales en América Latina antes de las Independencias tenían mucho parecido con problemas similares en Europa. Las reformas de las monarquías en el siglo XVIII apuntaron a una mayor concentración del poder en el rey y la Corte. Las reformas formaban parte de lo que se suele llamar Ilustración, es decir el avance de una cosmovisión en cuyo centro ya no se encontraba un Dios todopoderoso sino el ser humano que gracias a su racionalidad puede gobernar el mundo. La política ilustrada de los reyes iba en contra de la Iglesia, de la antigua nobleza y de los cuerpos y estamentos en los territorios de las monarquías. En América Latina las reformas políticas españolas y portuguesas fueron percibidas como un ataque a los derechos legítimos de las élites americanas. Por eso, las reformas fueron criticadas tanto por los que defendían los derechos de la Iglesia, la antigua nobleza y otros cuerpos tradicionales, como por los que buscaban más libertades económicas e intelectuales. Pero ambos grupos siempre se unieron cuando estallaron rebeliones que pusieron en peligro la existencia del orden establecido. En ninguna parte las élites se levantaron en contra de España o Portugal. No pensaron en la independencia, sino aceptaron a regañadientes las reformas porque más temieron a los pobres que al rey.

Esto cambió a partir de 1808 cuando la Francia napoleónica invadió España y después avanzó hacia Portugal obligando a la Corte a refugiarse en Rio de Janeiro. Esa invasión desató una serie de acontecimientos que terminaron en la independencia de todos los territorios ibéricos en el continente. Como Francia había obligado al rey español a abdicar, desde 1808 los territorios españoles en América enfrentaron el problema de reconocer o no reconocer al nuevo rey en España, hermano de Napoleón. Había muy distintas formas de resolver esta cuestión. Para unos, la ausencia del rey significaba que la soberanía caía en los órganos locales americanos hasta que el rey legítimo regresara. Para otros, esta soberanía se había trasladado a la junta española que se había formado en España en rechazo de los franceses. Sin embargo esta junta no tenía ningún poder militar y tenía que refugiarse en la ciudad portuaria de Cádiz que gracias a la marina de guerra británica no fue conquistada por los franceses. En Cádiz la junta abdicó y en 1810 se instaló el primer parlamento nacional español, las Cortes de Cádiz. En estas Cortes participaron representantes de las Américas, algunos de ellos americanos y algunos peninsulares con algún vínculo con los territorios al otro lado del Atlántico.

Las Cortes de Cádiz intentaron resolver el problema de la ausencia del rey a través de la representación parlamentaria. Sin embargo, no lograron resolver el problema de la representación americana. Muchos hispanoamericanos no pensaban que sus derechos fueran a ser defendidos por una asamblea en una ciudad española. Preferían apoyar diferentes modelos de autonomía que les aseguraban más autodeterminación. Otros americanos optaron por la independencia de España porque sin rey e introducido el principio de representación ciudadana no había razón para seguir con España. Desde el comienzo los diferentes intereses en Hispanoamérica se enfrentaron violentamente. La caída del rey y la consiguiente inestabilidad política desató conflictos armados durante muchos años. En México estos conflictos devinieron en un verdadero levantamiento popular durante el cual los insurgentes casi tomaron la capital mexicana. Solo después de la derrota de la Francia napoleónica y el regreso del rey español Fernando VII en 1814, España intervino en estas luchas fraternas hispanoamericanas. Aunque las tropas enviadas por Fernando VII ya no podían imponerse, el bando realista en Hispanoamérica seguía siendo fuerte hasta que en 1820 una revolución liberal en España cortó el poder del rey, lo que en las Américas se percibió como una segunda revolución después de la invasión napoleónica. A partir de 1820 no cabía duda de que la monarquía española ya no era un sistema político viable.

Por consiguiente, en sus comienzos los levantamientos hispanoamericanos no se dirigieron contra la monarquía española sino más bien intentaron resolver el problema de la ausencia del rey. Pero con el transcurso de los años quedó evidente que la antigua monarquía no se iba a restaurar en España y, de hecho, España iba a vivir décadas de inestabilidad política. Por eso en Hispanoamérica no había otra opción que crear sistemas políticos nuevos. Este cambio secular se dio en Brasil también. En 1821 la revolución liberal en Portugal obligó al rey a regresar de Rio de Janeiro a Lisboa dejando a su hijo en Brasil. Un año más tarde éste declaró la independencia y Brasil se transformó en una monarquía constitucional, lo que obviamente ni en Brasil ni en Portugal había existido antes.

Las independencias iberoamericanas fueron la consecuencia del colapso de las monarquías ibéricas. Frente a la invasión napoleónica y las revoluciones liberales ibéricas, los monarcas ya no garantizaban el orden social, político y religioso, sino más bien eran una causa de conflictos violentos sin fin. Sin embargo, el derrumbe de las monarquías en la península no explica el carácter de los nuevos sistemas políticos en América Latina. Pues en todos los países que surgieron a partir de las independencias se instalaron Estados nacionales. Mientras que las monarquías estaban conformadas por cuerpos colectivos, como por ejemplo provincias, ciudades y estamentos, los Estados nacionales se componían por súbditos y ciudadanos, es decir todos los habitantes dentro de un territorio claramente delimitado (aunque muchas veces disputado). Y mientras que las antiguas Monarquías se habían dividido en un sinnúmero de fueros y esferas legales, los nuevos Estados nacionales tenían constituciones y leyes que iban a regir en todo el territorio nacional para todos los habitantes.

Era la misma transformación que se había realizado en la América anglosajona unas décadas antes y que se estaba realizando en Europa aunque de forma más lenta y conflictiva. Fue la convicción de las élites ilustradas de la época que los problemas sociales, políticos y económicos no se podían resolver sin la creación de Estados nacionales. Esta convicción se compartió en ambos lados del Atlántico al igual que se había compartido las ideas del Siglo de las Luces. Por eso, los sistemas políticos que surgieron se parecían mucho. Los países americanos no copiaron modelos europeos. Más bien, ideas y convicciones políticas comunes terminaron en sistemas políticos parecidos. A diferencia de Europa, en las Américas la oposición a los nuevos sistemas era más débil ya que los cuerpos políticos y sociales antiguos no jugaban un rol tan importante como en Europa. Por eso las transformaciones se dieron de manera más rápida que en Europa.

Desde el siglo XVI, las Américas compartían muchos aspectos de las culturas políticas de Europa. Las independencias no rompieron esta comunidad. Al contrario, después de las independencias América Latina estableció regímenes políticos que eran hermanos gemelos de los nuevos regímenes en Europa. La diferencia más bien radicaba en la celeridad en la cual los países latinoamericanos se habían transformado en comparación con Europa. Desde un punto de vista político, un alemán, un francés o un inglés estaba en casa cuando visitaba un país latinoamericano a mediados del siglo XIX, mientras que en Asia y África o estaba en un mundo bien diferente o en territorios bajo dominio europeo. Las independencias latinoamericanas rompieron el dominio de los reyes ibéricos en el continente americano, pero no destruyeron la comunidad de ideas y de sistemas políticos, sociales y económicos. Más bien se puede decir que basada en esta comunidad, la historia posterior iba a acercar Europa y América Latina cada vez más.

Alegoría de la Independencia en la que se aprecia cuatro personajes: uno en el piso, sujetando con su mano izquierda una cadena que pasa por su espalda, sobre la que posa un águila con las alas extendidas y la cabeza inclinada al piso; de pie junto a él, el cura Hidalgo sujeta en lo alto con su mano derecha una corona de olivo, al parecer para colocarla sobre la cabeza de una mujer, que probablemente representa a la Madre Patria, la cual se encuentra sentada sobre un basamento, con un tocado con tres plumas

"Alegoría a la Independencia". La imágen pertenece al Instituto Nacional de Antropología e Historia de México: http://www.mediateca.inah.gob.mx/islandora_74/islandora/object/pintura:…

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